PARAÍSO BLANCO.
Vivía en un pueblo de España,
pequeño pero interesante, y muy bonito, estudiaba en un colegio de mujeres
llamado la Sagrada Familia, pero nosotras lo llamábamos ‘’la Safa’’, un colegio
particularmente religioso donde algunas monjas nos daban clases, pero lo raro
de todo es que el director era un cura y
a la vez dueño del colegio. Las instalaciones eran únicas, parecidas a las
‘’Torres Gemelas’’ sólo que en miniatura. Cada una de ellas de siete pisos,
también había una cancha de vóley ball, de baloncesto, un mini teatro y lo
mejor de todo, un gimnasio, donde practicábamos gimnasia rítmica, ya que
teníamos un equipo de porristas.
Cada sábado hacían una obra
de teatro benéfica donde recogían fondos para restaurar el colegio porque era
de arte mudéjar, era muy antiguo y necesitaba una restauración para mantener
este tipo de arte musulmán.
Allí empezaba la jornada
desde las siete de la mañana hasta las cinco de la tarde, un día largo y lleno
de actividades para mí era un lugar muy bonito e interesante donde aprendí y
conocí muchísimas cosas, lo mejor de todo era que el colegio me quedaba a cinco
minutos de mi casa andando, todos los días hacíamos cosas muy diferentes y
divertidas. Aparte de estudiar hacían presentaciones; Ningún día era igual. Fue
una época llena de diversión y aprendizaje que marco parte de mi infancia. Tuve
la gran oportunidad de aprender otras culturas, otras lenguas, otros modos de
vida y otro tipo de personas muy diferentes a mí. Empecé a relacionarme mucho
con españoles y deje de lado mis amistades natales, olvide la cultura de mi
país, entre otras cosas ya era una más entre ellas, parecía como si hubiera
nacido en el pequeño pueblo aragonés. Me volví una persona muy aplicada e
inteligente, y estos méritos llegaban a oídos de mi madre la cual sentía gran
orgullo hacia mí, por dichos actos.
Vivir en ese pequeño pueblo
me hacía feliz porque lo tenía todo, amigas, familia y diversión; nunca dejaba
de hacer cosas que me sorprendían, así fue como viví mi infancia.
Pero como es típico en
Europa, existen cuatro estaciones en el año; la primavera, el verano, el otoño
y el invierno, para mí la mejor era el verano porque la luna salía a las diez de la noche, justo para divertirme
más, mientras tanto era de día y mucho sol además me iba de paseo con la familia para la playa,
en fin conocía muchas ciudades en esta estación, y lo bonito de todo era que en
ciertos lugares habían monumentos particularmente únicos y hermosos, por cada
parque que veía, cada plaza que visitaba, era todo una odisea, donde había una
historia plasmada. Las personas que vivían en ese pueblo eran personas que
todavía conservaban muchos oficios tradicionales, como por ejemplo, los
panaderos, que distribuían el pan por todo el pueblo, el pastor con sus ovejas
en las mañanas, la persona vendiendo leche de vaca por las calles, todo era
como trasportarse a un pasado ya vivido. También era un sitio muy comercial y
turístico que resaltaba mucho en verano, gente de toda Europa venía para
celebrar las Fiestas patronales y por supuesto a la famosísima Fiesta del ‘’cipotegato’’,
donde se daban inicio a las Fiestas con una lluvia de tomates y espuma, por
esto y muchas cosas más es que este pueblo me apasionaba. Lo único a lo que no
me acostumbre fue a la gastronomía, en todo España consumían alimentos raros,
comidas muy extrañas de las cuales no saque mucho provecho, pero si me apasioné
a las famosísimas ‘’chucherías’’, así se le llaman a los dulces, tiendas
grandes que por donde vayas sólo veras dulces y más dulces del tamaño, olor y
sabor que quisieras probar.
En primavera había algo que
me parecía muy bonito y único, como podía haber tantas especies de flores y de animales,
lo importante de todo era que las mismas personas que habitaban tan hermoso
lugar cuidaban todo esto, las flores estaban todas identificadas por su nombre
respectivo, y los animales como las ardillas al llegar la noche las
llevaban a un refugio donde eran
cuidadas.
En esta estación también
había una fiesta donde en el teatro bailaban la música tradicional de este
pueblo llamada ‘’la jota aragonesa’’, también saqué mucho provecho de estas, un
baile muy bonito y alegre, se tocaba un instrumento particular, las castañuelas
y el atuendo para este era de las épocas de antaño. En cada colegio del pueblo
era esencial participar de este tipo de baile, por que cuando se hacían
presentaciones se debía bailar. Por estos tiempos no hacía un calor excesivo como
en verano, era un clima por decirlo así con lluvias, aire y mucho polen, factor que me afectaba demasiado.
Como es típico en España como olvidarme de las corridas de toros y vaquillas,
allí en la plaza de España asistían toreros famosos para hacer sus faenas algo
un tanto cruel para el que lo ve de esa manera, pero en realidad es una
tradición en toda España y más en este pueblo. En la plaza se reunían comparsas
para tocar música regional, algo muy arriesgado en el pueblo era que cercaban
las calles con vallas de madera y soltaban las vaquillas a correr por todo éste
la gente delante de ellas evadiéndolas corriendo el riesgo de ser envestidos
por alguna de ellas, todo el mundo se vestía de blanco con un pañuelo rojo
amarrado en la nuca y salían corriendo delante de las vaquillas, luego de ese
momento tan agitado y peligroso repartían chocolate caliente con churros.
Al caer la media noche
hacían algo increíble y cruel, porque llevaban el toro más grande y de más peso
para ponerle en la cornamenta unas bolas las cuales prendían fuego y también le
ponían en el cuello unos cascabeles, porque la gente, al igual, que con las
vaquillas salían corriendo detrás de este muchas veces arriesgando su propia
vida o la de otra persona. A este acontecimiento le llamaban ‘’el toro de fuego’’,
a mucha gente esto no le parecía cruel pero había personas que demandaban este
suceso, pero al ser una fiesta representativa del pueblo nunca la quitaron y
continuo año tras año, obviamente la persona que corría y no le pasaba nada era
premiada.
En primavera se celebra
también la Semana Santa, este pueblo además de ser turístico en fiestas y
monumentos era un pueblo religioso y la Semana Santa allí es espectacular por
que viven cada momento con una pasión increíble, las bandas de guerra procedían
de cada iglesia en representación de esta y eran espectaculares en esa semana
se vivían los días intensamente por que
las procesiones duraban mucho, empezaban casi siempre desde las seis de la
tarde hasta las nueve de la noche, porque mientras la gente tocaba en estas
bandas un Cura iba dando las misas por
las calles.
En otoño hacia mucho aire,
ibas por las calles y el ventarrón no te dejaba avanzar, hacia frio debido a
este, en esta época no habían fiestas pero es como si hubieran por que ibas por
las calles y veías turistas por todos lados, algo raro en esta estación, me
imagino que era porque en cada esquina había una mujer gitana vendiendo
castañas, un fruto seco que las ardillas también consumen y que logró un gran
éxito en este pueblo; todo el mundo quería comer. Este tiempo si era de
normalidad algunas personas dedicaban su tiempo a sus trabajos, a sus estudios,
otras personas a vivir del campo, es decir, una vida muy normal.
En cada colegio al llegar el
invierno, preparaban por decirlo así, una salida de campo, muchos de ellos
optaban por ir a recorrer Europa o en algunos casos Latinoamérica, en el
colegio donde yo estudiaba casi siempre hacían salidas nacionales, nunca a
otras partes. Era diciembre, estábamos en la estación más terrible de todas, yo
la veía de ese modo, porque hacia mucho frío, muchas de las veces llegábamos a
estar a cinco grados bajo cero ¡muchísimo frio! en las noches podía percibir un
aire antártico de muchísimo frío, las mañanas
eran totalmente tenebrosas, casi se podían contar las personas que transitaban
por las calles, a veces cinco o diez debido al frio tan impresionante que
hacía, solo veías a las personas ir a sus trabajos o a sus colegios una época
de monotonía total, nevaba casi siempre, yo me acabe acostumbrando a este clima
poco a poco ya me parecía un tanto normal, era un paisaje hermosísimo y
totalmente espectacular a donde quiera que fuera veía todo cubierto de blanco
era lo más bonito que podía haber visto, con un inconveniente, el frio, pero
esto no era un motivo para no salir a
jugar y hacer muñecos de nieve, era genial salir con tu familia o amigos, hacer
guerras con bolas de nieve, en fin algo divertido que nos mantuviera en calor,
aunque con ese frío era casi imposible.
Un día de esos de invierno,
en las festividades más bonitas de
todas, la navidad, asistí al colegio muy
desanimada, triste por que mucha de mi familia no estaba allí junto a mí para
celebrar lo que en ese momento fue lo que más extrañe de mis tierras, la
parranda que hacíamos en la casa de mi abuela con toda mi familia sin excepción
alguna, el cerdo que comíamos, la natilla con buñuelos, el año viejo en fin
muchísimas cosas que recordaba y mucha melancolía me daba.
Era un siete de diciembre y
allí no se celebraba nada ese día, pero nosotros como colombianos teníamos presente
que era el día de las velitas, me sentía muy sola y desmotivada, llegó la hora
de irme, y como un día muy normal empezamos a dar las clases y entonces llegó
el Director para darnos los buenos deseos de navidad y a recordarnos que cada
año en navidades hacían un viaje de estudios, es decir una excursión como así
lo llamaban, al parecer no todo eran malas noticias, porque nos dijo que harían
una excursión de navidad para los Pirineos Franceses, donde iríamos
principalmente a un puerto de esquí llamado Candanchu, nos quedaríamos una
semana alojándonos en un hotel rural en la zona, esto me causó gran curiosidad
y obviamente quería ir a conocer, le dije a mi madre sobre cierto viaje y ella
aceptó. Lo mejor de todo era que el viaje estaba al alcance del bolsillo de ella
y logré ir.
El viernes once de diciembre
a las siete de la mañana salimos de la estación de autobuses turísticos del
pueblo, me sentía ansiosa por llegar pronto y conocer de lo que todo mundo
hablaba el paraíso blanco, no se a que atribuían este nombre me imagine que por
la nieve, fue un largo recorrido, observando a mi alrededor bonitos paisajes y
viendo por carretera algo parecido a renos.
Llegamos a tan deseado
sitio, me bajé del autobús y lo primero que vi a mí alrededor fue un campo
cubierto de nieve, era como un resplandor caminamos cinco minutos y llegamos al
hotel un sitio hermoso no recuerdo nunca en mi vida haber visto algo igual,
parecía un castillo era todo antiguo y modesto, al entrar en él se sentía un
ambiente hogareño, inmediatamente fuimos atendidos con una formalidad muy
especial, nos alojamos en las habitaciones, que por cierto eran muy elegantes y
sofisticadas, todas queríamos salir para hacer fotos de todo, no queríamos
perdernos ningún detalle, pero primero que todo fuimos a almorzar, después nos
dieron algunas tutorías y recomendaciones de como transitar por la zona con
total seguridad para no perdernos.
Más tarde, todas salimos
corriendo a conocer y a observar, era algo tan bonito que sentíamos como si
estuviéramos en el polo norte, en este momento nadie sentía frio mis compañeras
al igual que yo era la primera vez que íbamos a un viaje tan exótico, estábamos
felices y yo no tenía palabras para describir cierto sentimiento, y llego el
gran momento de emprender un viaje de aventura, nunca en mi vida me imagine
poniéndome en mis pies unos esquís, hasta las profesoras estaban extrañadas por
que al parecer nunca había esquiado, unos guías nos llevaron a la estación de
telesillas todas nos subimos en ellas en parejas con las recomendaciones que
nos dieron, hubo un momento en que descargué toda mi adrenalina, y entre risas
y alegría tuve mil caídas, no era un terreno muy inclinado, pero si me sentí
muy emocionada, no paraba de reír y de gritar era una sensación que recuerdo
nunca haber sentido, y hoy por hoy no me arrepiento de las veces que el viento
se ponía a mi favor mientras esquiaba, fue una de las experiencias mas intensas
que he vivido en mi vida, y como todo lo bueno se acaba pronto, después de
hacer mil actividades hablando literalmente, llego el momento de volver a casa,
mi madre me estaba esperando en la estación me sentí feliz, y en todo el camino
a casa le hable de las maravillas que vi y de las cosas que hice y se puso muy
contenta de ver que yo ya no estaba tan triste, y recuerdo haberle dicho que
había experimentado lo mejor de mis doce años de vida y que algún día no muy
lejano me encantaría volver a esquiar y volver a ese lugar tan maravilloso y
que jamás iba a olvidar esa semana tan intensa que viví en un lugar lleno de
historia y aventura.